domingo, 4 de abril de 2010

Hasta más ver!

Esta carta iba a salir en una revista (que parece que ya no sale) era la respueta a la carta de un amigo que se publicó en el primer, y único número (maldita maldición). Él tenía un personaje, el nombre era un anagrama de su propio nombre completo: Arslaieg Cordra Bobec (un poco conceptual, un poco literario); yo tenía otro (un poco escondite, un poco lo primero que te venga a la cabeza); nos puse un nombre que a todos les pareció bonito: Boris Beckett.

Ahora releo la carta y pienso que bien podría ponerle punto final a este blog, que fue casi siempre anónimo (o intrascendente), pero como cualquier cosa que se escriba le habla a alguien., para que escuche o lea, de un modo u otro . Asumo sin pesar que desconoció la éfimera fama de la virtualidad,;si tendió algún puente, puedo pensarlo con alegría. Yo conocí algunas cosas interesantes. Tal vez en algún momento quiera tener otro, o decida hacer algo, otra vez (con estas tablas.) Por ahora restringo mi hacer cibernético sólo a las tareas colectivas.


Hasta más ver! (lucecitas encendidas por los cables).



Recibí tu carta, no me sorprendió que no tuviese remitente, o tanto como el hecho de que yo aún conserve el mismo. La magnitud de nuestra distancia me es, entonces, desconocida. Sin embargo, tengo la extraña seguridad de que podría encontrarte si saliese ahora mismo. Vos tomarías el mate en el que casi nunca te acompaño, gambetearíamos, con la belleza del sol en la plaza y los cigarrillos baratos, esa parte de nosotros que padecemos, como un polvo en la piel (imperceptible).

La urgencia de tus palabras, el ardor casi estático de la desesperación de tus preguntas, me encuentra, a mí también, en una noche sin viento, fatigada de insectos y aburrimientos suicidas. Hace tiempo que mis fiebres de lucidez han bajado, duermo mucho y casi nunca tampoco recuerdo nada, que pueda decidir… No puedo darte garantías de vos, menos de mí. Olvido mis deseos y asisto como un espectador distraído al teatro de mis obsesiones. Mis sueños son exigentes, imprecisos y fantásticos, como los de cualquiera. Al despertar, los veo en la cama desordenados entre la ropa y las frazadas. Cuando cruzo el patio para ir al baño, dejo abierta con disimulo la puerta; es un pacto silencioso, les doy tiempo para que partan y me dejen reencontrar con la ropa y las tostadas. ¿Cómo son tus mañanas? ¿Son aún los fragmentos dispersos de las conquistas de la noche? Me gustaría saber éstas cosas, y también que el fondo del aire se llenara ahora mismo de la canción con la que saludas al sol que te ve salir desde el balcón.

Creo que las cosas pueden hacerse sin creer, con la misma fuerza que gotea de los zapatos que nos hartan en subtes y pasillos. Pero para eso precisamos recogerlo todo, saltar del tren en movimiento y partirse de algún modo la cabeza: “No tenemos tanto tiempo, dijo Juan el inmortal”.

Recuerdo cuándo hacías del olvido una forma de la libertad, me animabas diciendo que al olvidarlo todo, todo empezaba de algún modo de nuevo. Lo que nunca decía (tal vez porque entonces no sabía cómo decirlo) era que no se trataba del olvido, sino de la estampida de todo y quedarse uno allí con la memoria saturada pero imprecisa y sin contenido. Algo que está antes de la lengua y el tacto, como la persistencia de la que hablas, que es una desaparición también… La memoria puebla aquí como una sustancia, un animal que vive adentro de nosotros, como ella, como la canción que machacaba mi cabeza, un disco de acero en la alarma de la fábrica de noche. Lo peor de todo, creo saberlo ahora, es que no se trataba de ninguna de estas cosas, lo entendí más tarde, o nunca quise verlo.

Y esto que queda es una arcada de pura saliva, la nostalgia fácil y dulce de una canción de fin de mundo, pero también una sonrisa, burlarse un poco, saludar al aire, sacar el pie antes de que la pileta se vuelva solo pura gravedad y sangre, y sean nuestros cuerpos inertes los que naden por nosotros. Vuelvo a deambular por la calle, estoy yendo para allá, camino sin rumbo y no es que sepa adónde ir. Me despido, la lúcida alucinación que sostuvo a este cuerpo el tiempo suficiente para organizar estas palabras se hace ceniza, que silba sobre sí misma y se desvanece en la invención de esta escritura que te mando.

sábado, 3 de abril de 2010

It`s all right ma (I´m only bleeding)

Para S., que interrumpió una conversación para decirme: "guau loco, la música que estamos escuchando", y me lleno de alegría (por la afición compartida).
Y tenía razón, entre los árboles y bajo la llovizna del camping, la voz de Bobby que salía de la camioneta tenía un filo y una fuerza que me hizo sentirla como nueva. En ese momento, recordé a Valery: "un poema es un prolongado titubeo entre el sonido y el sentido". Si uno escucha la canción, aunque no sepa inglés (como mi caso), entenderá la no del todo arbitraria pertinencia de la idea.




La oscuridad al romper el mediodía
ensombrece hasta la cuchara de plata
la cuchilla hecha a mano, el globo del niño
eclipsa tanto al sol como a la luna,
sabes demasiado pronto
que no tiene sentido tratar de entenderlo.

Aguzadas amenazas
me engañan con desprecio,
observaciones suicidas se rompen,
la boquilla de oro del cuerno hueco del loco
toca palabras baldías
que demuestran advertir
que el que no está ocupado naciendo
está ocupado muriendo.

La página de la tentación
sale volando por la puerta,
la sigues, te encuentras en la guerra,
contemplas cataratas de rugido piadoso,
sientes ganas de quejarte,
pero a diferencia de antes,
descubres
que sólo serías
una persona más llorando.

Así que no temas si oyes
un sonido extraño en tus oídos,
todo está bien, ma, sólo estoy suspirando.

Mientras algunos anuncian la victoria,
otros la derrota,
razones personales grandes o pequeñas
pueden verse en los ojos
de los que piden
que se haga arrastrar
todo lo que se debería matar,
mientras otros dicen que no odies nada
excepto al odio.

Palabras desilusionadas ladran como balas,
como dioses humanos
que apuntan a su blanco,
hicieron de todo,
con pistolas de juguete que echan chispas
a Cristos de color carne
que brillan en la oscuridad,
es fácil ver sin mirar muy lejos
que no hay muchas cosas
verdaderamente sagradas.

Mientras predicadores sermonean
destinos perversos,
maestros enseñan
que el conocimiento espera,
poder mandar sobre centenares
de monedas de dólar,
la bondad se esconde tras sus puertas,
pero incluso el Presidente
de los Estados Unidos
debe algunas veces
tener que quedarse desnudo.

Y aunque las reglas de la carretera
se hayan formulado,
son sólo juegos de la gente
que tienes que eludir,
de acuerdo ma, puedo hacerlo.

Los carteles de publicidad te engañan
para que pienses que tú eres el único
que puede hacer lo que nunca ha sido hecho,
que puede lograr lo que nunca se ha logrado,
mientras tanto la vida sigue su curso
ahí fuera, a tu alrededor.

Tú mismo te pierdes, reapareces,
de pronto descubres
que no tienes nada que temer,
estás sólo sin nadie a tu lado,
cuando una temblorosa voz distante,
poco clara,
sobresalta tus dormidos oídos
para escuchar
que alguien piensa que realmente
ellos te encontraron.

Una pregunta se enciende en tu mente
y aunque sabes que no hay
respuesta adecuada que te satisfaga,
asegúrate de no perderla,
de guardarla en tu mente, y no olvidar
que ni a él, ni a ella, ni a ellos, ni a ello
perteneces.

Aunque los señores hacen las reglas
para los sabios y los idiotas,
yo no tengo nada, ma,
con lo que vivir de acuerdo.

Para los que tienen que obedecer la autoridad
la cual no respetan en modo alguno,
que desprecian sus empleos, sus destinos,
hablan con envidia de aquellos que son libres,
hagan estos lo que hagan,
tan sólo para ser
algo en que investir.

Mientras algunos son bautizados por principio
a estrictas ataduras partidarias,
clubes sociales atontados
disfrazan a los intrusos,
a quienes pueden criticar libremente
sin decir nada salvo a quien hay que idolatrar,
y luego dicen que Dios le bendiga.

Mientras, uno que canta con la lengua ardiendo
hace gárgaras en el coro de arribistas,
deformado por las tenazas de la sociedad,
se preocupa no de ir más arriba,
sino de hundirte en el hoyo
en el que él está.

Pero no quiero hacer daño ni poner faltas
a alguien que vive en una tumba,
pero está bien, ma, no puedo complacerle.

Jueces ancianas vigilan a las parejas,
frustradas sexuales, se atreven
a imponer principios falsos,
insultar y mirar fijamente,
mientras el dinero no habla, jura
obscenidad, ¿a quién le importa realmente?
Propaganda, todo es mentira.

Mientras unos defienden
lo que no pueden ver
con orgullo de asesinos,
la seguridad
confunde con más amargura las mentes
de los que piensan
que la honradez de la muerte
no caerá sobre ellos,
la vida a veces tiene que ser solitaria.

Mis ojos chocan de frente con cementerios
atestados de dioses falsos, pisoteo
la mezquindad que juega muy fuerte,
camino de un lado a otro esposado,
doy patadas para romperlo todo,
digo vale, ya tuve bastante,
¿qué más podéis mostrarme?.

Si mis pensamientos-sueños pudieran verse,
seguramente pondrían mi cabeza en la guillotina,
pero está bien, ma, es la vida y sólo la vida.

Descargar Bringing It All Back Home - Bob Dylan

Contraseña: http://soydelmontón.com


viernes, 2 de abril de 2010

Droga para peces


Un niño pesca, un pez y después otro, llama a su mamá a los gritos y corre por el muelle con cada nueva presa, gris y resplandecientes como las nubes que pueblan el cielo. El pez, en general, por pequeño o incomible, una vez hecho el paseo, acaba por regresar al agua. El chico está bien vestido y grita a la madre con la alegre prepotencia de los triunfadores. La mayoría le niega aún su abierta simpatía. Vuelve y saca de nuevo, así varias veces. De a poco lo empiezan a festejar, él mismo ya vuelve algo más ensimismado, como si le pesara dulcemente el desafío de mantener la posición obtenida. Alguien le pregunta: ¿Vos qué usas de carnada, tenes droga para peces?- el niño se queda un segundo pensativo y, algo presionado, responde,: y tal vez, no? La situación se repite una vez más hasta que el anzuelo se engancha entre los juncos; lo indicado sería darlo por perdido, el chico dice que no se puede cortar el hilo sagrado. Se le sugiere que al anzuelo lo reclaman fuerzas subacuáticas. La idea le parece interesante y la repite varias veces convencido (o convenciéndose), mientras agradece, brindando su total atención a como Gabo le arma un nuevo dispositivo. Cuando, habiendo sacado (varias veces) con la nueva línea le preguntan por la clave de su éxito, contesta, con la cara orientada hacia el río, como aquel que no puede descuidar una tarea importante: tal vez sea la droga para peces.



DESCARGAR SEA SEW - LISA HANNIGAN