lunes, 31 de agosto de 2009

Je suis ce que je suis

« JE SUIS CE QUE JE SUIS ». Mi cuerpo me pertenece. Yo soy mío, tú eres tuyo, y esto va mal. Personalización de la masa. Individualización de todas las condiciones -de vida, de trabajo, de desgracia. Esquizofrenia difusa. Depresión rampante. Atomización en finas partículas paranoicas. Histerización del contacto. Cuanto más quiero ser Yo, más tengo el sentimiento de vacío. Cuanto más me exploto más me agoto. Cuanto más corro, más fatigado estoy. Yo tengo, tu tienes, nosotros tenemos nuestro Yo como una fastidiosa taquilla. Nos hemos convertido en representantes de nosotros mismos - este extraño comercio, los garantes de una personalización que tiene todo el aire, al final, de una amputación. Nosotros garantizamos hasta la ruina con una torpeza más o menos disfrazada.




Mientras tanto, yo gestiono. La búsqueda de mi Yo, mi blog, mi apartamento, las últimas tonterías de la moda, las historias de pareja, de culos...¡aquello que fabrica las prótesis necesarias para tener un Yo! Si “la sociedad” no se hubiera convertido en esta abstracción definitiva, designaría el conjunto de los apoyos existenciales que se me tienden para permitirme ir tirando todavía, el conjunto de las dependencias que he contratado al precio de mi identidad. El minusválido es el modelo de la ciudadanía que viene. No deja de ser premonitorio que las asociaciones que le explotan reivindiquen para él, el (papel de) “regresado a la existencia”.
La conminación, por todas partes, a “ser alguien” mantiene el estado patológico que hace necesaria esta sociedad. La conminación a ser fuerte produce la debilidad por la que se mantiene, hasta el punto de que todo parece tomar un aspecto terapéutico, igual trabajar que amar. Todos los “¿qué tal?” que se intercambian a lo largo de un día suenan a otras tantas tomas de temperatura que, en una sociedad de pacientes, se administran unos a otros. La sociabilidad actual está hecha de mil pequeños nichos, de mil pequeños refugios donde se está caliente. Donde siempre se está mejor que en el gran frío de afuera. Donde todo es falso, pues no es más que un pretexto para calentarse. Donde nada puede surgir porque estar ahí es estar sordamente ocupados en tiritar todos juntos. Esta sociedad pronto no se soportará sino por la tendencia de todos sus átomos sociales hacia una ilusoria curación. Es una central que obtiene su potencial de una gigantesca retención de lágrimas siempre a punto de derramarse.

"La insurrección que llega", Comite Anónimo, Tiqqun, Órgano conciente del partido imaginario.


Descargar La insurrección que llega

jueves, 27 de agosto de 2009

Del comienzo del mundo (Vol. &)



Todo el sol en su cabeza y la noche crece hasta invadirlo como un lago de fuego flotando en el aire de la avenida. Los autos corren, pero no hay nada de su velocidad que pueda seducirlo; el coraje avanza casi sin objeto, como un caballo perdido, salpicando el lienzo blanco con colores de ansiedad.

- Ya no hay nada qué hacer- parece decir alguien al oído.
- Es la señal que esperaba para comenzar- dice él, mientras sonríe con la mirada como agradeciendo.

El colectivo llega al fin: súbito, como una aparición para los ojos enrojecidos. La música interior casi no se mezcla con el sonido ambiente de la noche de sábado, que gana en entusiasmo con cada grupo que sube y baja disimulando la excitación de la salida.
Al poco tiempo un asiento se vacía y él se deja llevar por el viento de la calle, con la sensación torpe, gloriosa y adolescente de estar guardando un secreto intransmitible.




Descargar Soundtrack Into the wild Eddie Vedder

martes, 18 de agosto de 2009

Tarnation



"Llevé mi cuerpo por doquier.

En la espesura de la abstracción mi piel manaba sangre.

La vida siempre fue más fuerte...los críticos no pueden asirla.

Dice la memoria que la música siempre aventaja a las palabras"


Adrienne Rich




“El único consuelo sería: sucede, quieras o no quieras, y lo que tu quieras solo tiene una importancia mínima. Más que consuelo es esto: también tu tienes armas”.

Franz Kafka





Descargar Tarnation Soundtrack

Contraseña: sinezine.blogspot.com


sábado, 15 de agosto de 2009

This time tomorrow




THIS TIME TOMORROW


El día de mañana a estas horas, ¿dónde estaremos?
En una nave espacial en alguna parte navegando a través de un mar vacío
El día de mañana a estas horas, ¿qué sabremos?
Bueno, estaremos aquí todavía viendo una película a bordo
Dejaré el sol atrás y miraré las nubes como pasan tristemente a mi lado
Siete millas abajo, mamá, puedo ver el mundo y tampoco es tan grande
El día de mañana a estas horas, ¿qué veremos?
Campos llenos de casas, filas de gente sin fin en calles masificadas
No sé a donde voy, no quiero verlo
Siento el mundo bajo mis pies, alzando la vista hacia mí
Dejo el sol atrás y miro las nubes como pasan tristemente a mi lado
Y estoy en perpetuo movimiento y abajo el mundo no me importa demasiado
El día de mañana a estas horas, ¿dónde estaremos?
En una nave espacial en alguna parte navegando a través de un mar vacío
El día de mañana a estas horas, el día de mañana a estas horas..
.



Descargar The Kinks - Lola vs. the Powerman & the Money-Go-Round

Pass/Fuente: bunalti.com

El video es de la hermosa, lánguida y ligeramente trágica película "Les amants regulieres" de Phillip Garrel.

miércoles, 12 de agosto de 2009

¿Para qué?



«Pienso y quiero comunicar mi pensamiento, inmediatamente mi inteligencia emplea con arte signos cualesquiera, los combina, los compone, los analiza y he aquí una expresión, una imagen, un hecho material que será a partir de ahora para mí el retrato de un pensamiento, es decir, de un hecho inmaterial. Cada vez que vea ese retrato me recordará mi pensamiento y pensaré sobre él. Puedo pues hablarme a mí mismo cuando quiero. Sin embargo, un día me encuentro frente a frente con otro hombre, repito, en su presencia, mis gestos y mis palabras y, si quiere, va a adivinarme (...) Uno quiere hablar, otro quiere adivinar, y eso es todo. De este concurso de voluntades resulta un pensamiento visible para dos hombres al mismo tiempo. En primer lugar existe inmaterialmente para uno, después se lo dice a sí mismo, le da una forma para su oído o para sus ojos, finalmente quiere que esta forma, que este ser material, reproduzca para otro hombre el mismo pensamiento originario. Estas creaciones o, si se quiere, estas metamorfosis, son el efecto de dos voluntades que se ayudan mutuamente. Así el pensamiento se convierte en palabra, después esta palabra o esta expresión vuelve a ser pensamiento;( ...) Los pensamientos vuelan de un espíritu a otro sobre el ala de la palabra., de la imágen, de los signos. Cada expresión es enviada con la intención de llevar un único pensamiento, pero a espaldas del que habla y como a pesar suyo, esa palabra, esa expresión, esa larva, se fecunda por la voluntad del oyente; y la representante de una unidad se convierte en el centro de una esfera de ideas que proliferan en todos los sentidos, de tal modo que el hablante, además de lo que quiso decir, dijo realmente una infinidad de otras cosas; formó el cuerpo de una idea con tinta, y esta materia contiene realmente un mundo seres, de percepciones y pensamientos.»


Derecho y filosofía panescástica, Joshep Jacotot, citado en El Maestro ignorante de J. Ranciere.


Descargar el maestro ignorante de Ranciere


Descargar Tango de Garcia Aznar


martes, 11 de agosto de 2009

Variación de un poema de Adrienne Rich







Foto: Surrealveo


Aquella conversación que siempre estuvimos a punto

de tener, ya no gira en mis pensamientos;

durante la noche el sonido del tren tiembla en la oscuridad del cuarto,

el murmullo lejano hace también su homenaje al silencio,

y yo distingo a un hombre que amaba ahogándose en palabras, con una temible herida

que lo rodea como un pañuelo alrededor de la garganta.

Y es a él a quien he intentado hablar, cuya herida, expresada en su rostro

que se vuelve a un lado de dolor, es arrastrado cada vez mas profundo,

donde no puede escucharme,

y enseguida me doy cuenta de que yo hablaba con algo inaccesible,

o que ya no me interesa.


Xochitill Garcia


lunes, 10 de agosto de 2009

El puente en llamas









Foto: surrealveo


"...ve otra vez a Claude de Burine, el busto fotográfico de Claude de Burine, digna y ridícula a la vez, contemplando desde su atalaya de poeta soltera el ciclón adolescente que es Dominique Tron, el autor, precisamente, de La soufrance est inutile, un libro que tal vez Dominique escribió para ella, un libro que es un puente en llamas y que Dominique no va a cruzar pero que Claude, ajena al puente, ajena a todo, sí que cruzará, y se quemará en el intento, piensa Belano, como se queman todos los poetas, incluso los malos, en esos puentes de fuego tan interesantes, tan apasionantes cuando uno tiene dieciocho, veintiún años, pero luego tan aburridos, tan monótonos, con un principio y con un final predecibles de antemano, esos puentes que él cruzó como Ulises por su casa, esos puentes teorizados y aparecidos como ouijas fantásticas, de improviso, ante sus narices, enormes estructuras en llamas repetidas hasta el final de la pantalla y que los poetas no de dieciocho ni de veintiún años pero sí los de veintitrés son capaces de cruzar con los ojos cerrados, como guerreros sonámbulos, piensa Belano mientras imagina a la inerme (a la frágil, a la fragilísima) Claude de Burine corriendo a los brazos de Dominique Tron, en una carrera que prefiere imaginar impredecible, aunque hay algo en los ojos de Claude, en los ojos de Dominique, en los ojos del puente en llamas, que le resulta familiar y que en un idioma que discurre a ras de tierra, como los cambiantes colores que circundan la aldea vacía, le adelanta el seco y melancólico y atroz final, y entonces Belano cierra los ojos y se queda quieto y luego abre los ojos y busca otra página..."

Roberto Bolaño, Fotos.

Descargar Putas asesinas de Roberto Bolaño
pass: adictos.cl

domingo, 9 de agosto de 2009

Ahora que amanece














Ahora que amanece


Se me durmió la nariz,

pero hay algo que nunca duerme,

y que se quema

todos lo días

incluso en las horas más tranquilas de la mañana,

en las que puedo sonreir transparente, asistir con la mente despejada

al incendio que ilumina,

sin pensar en la ansiedad del próximo minuto.

Incluso en las tardes que son como una capsula de tiempo que parece preservarme

de la lengua de fuego que revive y a la vez me estalla,

de los ojos del horizonte, de los pies enterrados en la tibieza de la arena.

Y los rituales del crepusculo intentan conjurar, con el asesinato del sol,

el frío invierno de la noche;

la noche que voy cruzando como Hernan Cortés un continente: traicionero y audaz,

le puedo hacer creer

su cualidad incombustible, pero ni siquiera sé qué estoy diciendo,

ahora que amanece.


Xochitill Garcia

sábado, 8 de agosto de 2009

Si fuese religioso sería como



Dos temas del disco "Slow train coming" de Bob dylan, grabado en 1979 en su tan mentada conversión al cristianismo. El disco, de letras fantásticas (Vox Dei by Minesotta), es luminoso como una revelación. Acaso, para los que la religión les sea tan indiferente como el automovilismo, pero sienten la maravilla de la música casi como un milagro inexplicable, puedan tener su propia mística, cotidiana y sin trascendencia, con estas canciones. La versión de I Belive in you es del disco de covers "Jukebox" de Cat Power.


Descargar Slow traing coming





Descargar Jukebox

viernes, 7 de agosto de 2009

Penumbra





No voy a hablar de la penumbra
mejor voy a ver si puedo despertar

No quiero hablar de tantas cosas
mejor voy a ver si puedo olvidar

Mientras se viaja
hacia la sal, no entiendo ya
si es bien o mal
y tengo frío en la penumbra

Mientras tu vienes hacia mi
yo ya no entiendo
si es así vivir y tengo frío
en la penumbra, di, da, da...

Mi alma es un muro
que ya no canta
mejor sigo así
tratando de mirar

No quiero hablar
de tantas cosas
mejor voy a ver
si puedo descansar

Mientras se viaja
hacia la sal, no entiendo ya
si es bien o mal
y tengo sed en la penumbra

Y tu te acercas hacia mi
yo ya no entiendo
si es así vivir y tengo sed
en la penumbra oh,
da, da, da

miércoles, 5 de agosto de 2009

Charly hoy





Te siento respirar
lejos de tu lugar
hoy tuve un sueño con vos,
¡Qué locos éramos los dos
en los buenos tiempos!

Vos deseabas salir
de tu eterno jardín,
yo de mi tonto fulgor,
cuando encontramos era el fin
y la vida el motor.

La línea blanca se terminó
no hay señales en tus ojos
y estoy llorando en el espejo
y no puedo ver.

A un hábil jugador
trascendental actor
en busca de aquel papel
que justifique con la acción
toda fantasía.

Que toca el saxofón
mientras su inspiración
baila tu forma de ser
que desintegra con un blues
esta oscura prisión.


Entrevista Rolling Stone agosto 2009

Una década perdida

De Scott Fitzgerald


Personas de todo tipo entraban en la redacción del semanario y Orrison Brown mantenía toda clase de relaciones con ellas. Cuando acababa el horario de oficina era «uno de los redactores-jefe», pero durante el trabajo sólo era un hombre de pelo rizado que hacía un año había sido director del Jack-O-Lantern de Dartmouth y ahora se contentaba con asumir las tareas menos deseables de la redacción: desde corregir originales ilegibles a desempeñar las funciones de un botones sin serlo.

Había visto a aquel individuo entrar en el despacho del director: un individuo pálido y alto, de unos cuarenta años, con el pelo rubio impecablemente peinado, y ademanes que no eran ni huraños ni tímidos, ni sobrenaturales como los de un monje, pero que tenían algo de las tres cosas. El nombre que aparecía en su tarjeta, Louis Trimble, le traía vagos recuerdos, pero, al no encontrar un punto de referencia, Orrison se despreocupó, hasta que un timbre sonó en su escritorio y, por experiencias anteriores, adivinó que el señor Trimble iba a ser el primer plato del almuerzo del día.

—El señor Trimble... El señor Brown —dijo la fuente del dinero de todos los almuerzos—. Orrison, el señor Trimble ha estado ausente mucho tiempo. O por lo menos a él le parece que ha sido mucho tiempo: casi doce años. Mucha gente se consideraría afortunada si hubiera perdido la última década.

—Así es —dijo Orrison.

—Hoy no tengo tiempo ni para comer —continuó el jefe—. Llévalo a Voisin, o al Veintiuno o a donde quiera. El señor Trimble cree que se ha perdido muchas cosas.

Trimble objetó educadamente:

—Bueno, me las puedo arreglar.

—Lo sé, camarada. Nadie conocía esta ciudad como tú. Y si Brown se empeña en explicarte los carros sin caballo, me lo mandas inmediatamente. Y a las cuatro te vienes para acá, ¿de acuerdo?

Orrison cogió el sombrero.

—¿Ha estado fuera diez años? —preguntó mientras bajaban en el ascensor.

—Estaban empezando a construir el Empire State Building —dijo Trimble—. ¿En qué año fue?

—En 1928, poco más o menos. Pero, como ha dicho el jefe, ha tenido la suerte inmensa de perderse muchas cosas —y, como sondeándolo, añadió—: Seguramente usted tenía cosas más interesantes que ver.

—Creo que no.

Llegaron a la calle y, por la manera en que Trimble contrajo la cara ante el fragor del tráfico, Orrison hizo otra conjetura.

—¿Ha vivido lejos de la civilización?

—En cierto sentido —las palabras fueron pronunciadas de una manera tan comedida, que Orrison llegó a la conclusión de que aquel hombre sólo hablaría si se lo pedían, y al mismo tiempo se preguntó si habría pasado los años treinta en la cárcel o el manicomio.

—Éste es el célebre Veintiuno —dijo—. ¿Prefiere comer en otro sitio?

Trimble guardó silencio unos segundos, mientras miraba con atención el edificio de piedra caliza roja.

—Recuerdo cuando el nombre del Veintiuno empezó a hacerse famoso —dijo—, más o menos el mismo año que el Moriarity —inmediatamente continuó casi en tono de excusa—: Pensaba que pasearíamos un rato por la Quinta Avenida y comeríamos donde nos apeteciera: en algún sitio donde pudiéramos ver gente joven.




Orrison le echó una mirada rápida y volvió a pensar en rejas y muros grises y más rejas; se preguntaba si entre sus deberes se incluiría presentarle al señor Trimble chicas complacientes. Pero al señor Trimble no parecía habérsele ocurrido semejante posibilidad: tenía una expresión de absoluta y profunda curiosidad, y Orrison trató de relacionar su nombre con la expedición perdida en el Polo Sur del almirante Byrd o con los aviadores desaparecidos en la jungla brasileña. Era, o había sido, todo un personaje: era evidente. Pero la única pista definitiva para averiguar su procedencia —y a Orrison aquella pista poco le decía— era que, como hombre de ciudad, respetaba los semáforos y prefería ir por la acera y no por mitad de la calle. De pronto se paró a mirar el escaparate de una camisería.

—Corbatas de crespón —dijo—. No veía corbatas así desde que dejé la universidad.

—¿Dónde estudió?

—En el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

—Magnífico sitio.

—La semana que viene iré a hacerle una visita. Podemos comer algo en algún sitio de por aquí... —habían pasado la calle 50—. Elija usted.

Había un buen restaurante con una pequeña marquesina a la vuelta de la esquina.

—¿Qué prefiere ver? —preguntó Orrison cuando se sentaron.

Trimble se quedo pensativo un instante.

—Bueno... La nuca de la gente —sugirió—. El cuello... Cómo la cabeza se une al cuerpo. Me gustaría oír qué le están diciendo a su padre aquellas dos chicas. No exactamente lo que están diciendo, sino sólo si las palabras flotan o se hunden, y cómo se cierran sus labios cuando acaban de hablar. Sólo es una cuestión de ritmo: Colé Porter volvió a Estados Unidos en 1928 porque intuyó que había nuevos ritmos en el ambiente.

Orrison creyó haber encontrado por fin una pista segura, y, con amable delicadeza, no siguió por aquel camino ni un milímetro, incluso reprimió un repentino deseo de decirle que había un buen concierto en el Carnegie Hall aquella noche.

—El peso de las cucharas —dijo Trimble—, tan liviano. Un cuenco pequeño pegado a un mango. El ligero estrabismo de ese camarero. Lo conozco desde hace mucho tiempo, pero seguro que no se acuerda de mí.

Pero, al irse del restaurante, el camarero miró a Trimble como si dudara, como si estuviera a punto de reconocerlo. Cuando salieron a la calle, Orrison se echó a reír:

—Diez años bastan para olvidar.

—Estuve aquí en mayo —Trimble se interrumpió bruscamente.

Orrison llegó a la conclusión de que todo aquello era un poco descabellado, y de repente decidió convertirse en una especie de guía.

—Desde aquí puede ver el Rockefeller Center —señaló animosamente— y el edificio Chrysler y el Armistead, el padre de todos los nuevos edificios.

—El edificio Armistead —Trimble miró hacia aquella zona, obediente—. Sí, lo proyecté yo.

Orrison negó con la cabeza y sonrió. Estaba acostumbrado a tratar con toda clase de gente. Pero la broma de que había comido en el restaurante en mayo...

Se detuvo ante la placa de bronce que había en la piedra angular del edificio: «Construido en 1928».

Trimble hizo un gesto de asentimiento.

—Empecé a emborracharme aquel año, a emborracharme de verdad. Así que es la primera vez que lo veo.

—Ah —Orrison titubeó—. ¿Quiere entrar?

—He entrado muchas veces, muchas. Pero no lo he visto. Y ahora no es lo que me gustaría ver. Ahora mismo sería incapaz. Sólo quiero ver cómo camina la gente y cómo son los vestidos, los sombreros, los zapatos. Y los ojos y las manos. ¿Le importaría estrecharme la mano?

—En absoluto, señor.

—Gracias, gracias. Es muy amable. Me figuro que parecerá extraño, pero la gente creerá que nos estamos despidiendo. Voy a pasear un rato por la avenida, así que es verdad que nos tenemos que despedir. Diga en el semanario que volveré a las cuatro.

Orrison lo siguió con la mirada cuando empezó a alejarse, casi esperando ver cómo se metía en un bar. Pero no había nada en Trimble que sugiriera o hubiera sugerido alguna vez que bebiera.

«Jesús», dijo para sí, «diez años borracho.»

Súbitamente palpó el tejido de su abrigo y luego alargó la mano y apretó el pulgar contra el granito del edificio.




Descargar Cuentos completos de Scott Fitzgerald



lunes, 3 de agosto de 2009

El exilio de lo imaginario

La pasión amorosa es un delirio; pero el delirio no es extraño; todo el mundo habla de él, está ya domesticado. Lo que es enigmático es la pérdida del delirio: ¿se entra en qué?





El duelo de la imagen, si lo pierdo, me angustia; pero, si lo logro, me pone triste. Si el exilio de lo Imaginario es la vía necesaria de la "curación" debemos convenir que aquí el progreso es triste. Esta tristeza no es una melancolía —o al menos es una melancolía
incompleta (de ningún modo clínica), puesto que no me acuso de nada y no estoy postrado. Mi tristeza pertenece a esa franja de la melancolía en que la pérdida del ser amado permanece abstracta. Carencia redoblada: no puedo siquiera investir mi desdicha, como en el tiempo en que sufría por estar enamorado. En ese tiempo deseaba, soñaba, luchaba; un bien estaba ante mí, simplemente retardado, atravesado por contratiempos. Ahora ya no hay resonancias; todo es calmo, y es peor. Aunque justificado por una economía —la imagen muere para que yo viva—, el duelo amoroso tiene siempre un remanente: una expresión regresa sin cesar: "¡Qué lástima!"


Barthes, Fragmentos de un discurso amoroso.


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