jueves, 5 de noviembre de 2009
Si vos queres estar libre, si queres alto volar
Fatiga buscar por todos partes
las palabras que quiero escribir
cuando las leo,
a veces pienso que escucho demasiado
(pero sin atención),
entonces el murmullo mudo de la lengua extramental
es como jirones de la duermevela,
una sacudida eléctrica del cuerpo,
un abrazar a cualquiera para salir de la pesadilla
que se come mis orejas,
un voltear la cara a tiempo para no oír la palabra
aquella que no permita seguir viajando,
como en el baúl de un auto conducido por los signos de los otros.
Esta exhausta ansiedad no me regala una nota,
unas palabras o un color, a cambio me da esta lucidez sin verbo,
este coraje sin objeto,
un seminiño cierra los ojos en el pasto fresco de la noche (boca arriba),
palabras que acarician todo lo que siempre está y se desvanece:
un juguete indescifrable en el centro de un cuarto vacío,
aquel mundo con cosas por delante,
que se anuncian como el bramar del frente de la guerra implacable, que está ahí (donde me lees).
Y yo con mis armas gastadas por el día (y por la noche),
por la mugre de este cuarto, de esta cama, de estos papeles,
encantados por las causas perdidas, perdidos por la causas,
que se pierden o se ganan anónimas, inventadas,
como los recuerdos de la infancia.
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