martes, 1 de diciembre de 2009

21 de Agosto



A ella no le gusta la oscuridad, será porque es casi transparente; cualquier niña despierta sabe que en lo profundo de la noche ya nada se refleja.

¿Cuántas luces hay que apagar para encender fósforos con los dedos (de la imaginación)?

En la noche de la plaza, la sangre de la ciudad duerme en los umbrales, los autos nos rodean en un círculo de luz y velocidad; pero el tiempo que me regala la dulzura de su pelo parece detenerse.

Casi no nos conocemos, y yo que, afortunadamente, no soy una persona, no sé muy bien de qué se trata (casi nada).

A veces el futuro se me aparece como los restos de un naufragio milenario de ansiedad.
Mis palabras son un canto apresurado que va rozando (sin saber distinguir) la frotera que separa el sonido del sentido.

Camino, me agobio, me alegro, me distraigo, al llegar me digo solamente: el mundo está ahí afuera, y aquí dentro todonada corriendo por el puente.

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